lunes, 23 de septiembre de 2019

TRIGUEROS SUPERSTAR


   La culminación del "Trigueros Tour" tuvo lugar el sábado 21 de septiembre en "La Condomina" de Murcia. Como si de un festival de rock se tratara, Trigueros representaba la gran estrella, mientras el papel de teloneros era para los novilleros Marcos y Parrita. Y así fue, el público asistente suspiraba por ver triunfar al joven novillero de Javalí Nuevo. Junto a familiares, amigos y compañeros de la escuela taurina salía en procesión, camino del Hotel Nelva.
Con ese empaque toreó Trigueros.
   Hemos seguido su temporada, y para nosotros ya es un ídolo en esta desquiciante tauromaquia actual. José María sabe andar por la plaza, cuida y potencia sus gestos toreros a la hora de dirigirse al palco, cuando brinda al público, controla bien los tiempos y derrocha cadencia y empaque; son actitudes que no todos pueden evidenciar, además de llevar entre sus anhelos cuajar faenas de refinada estética, de manejar la mano izquierda con auténtico primor.
  Los novillos de "Lagunajanda" parecían venir de la triste época cuando por problemas de alimentación y falta de casta, los toros se caían en cualquier festejo. La falta de fuerzas fue protagonista en ellos, tuvieron nobleza y como ahora se dice, "fueron manejables"; el mejor lote se lo llevó Trigueros (incluyendo el sobrero de "Las Ramblas"). Después de verlos bajo los petos nos pareció que aquello hubiera servido para una aceptable novillada sin picadores.
Lamentable escena, cuando las cuadrillas han de levantar al toro que ha rodado por la arena.

   Los dos primeros novillos provocaron el sopor entre la concurrencia. Como de costumbre se picó mal, el tercio de banderillas se cambió con sólo dos pares y los actuantes apenas sacaron brillo de aquello. La catarsis llegó con la salida alegre e impetuosa del tercer novillo, que fue recibido por Trigueros con tres largas cambiadas. Era el elixir que el público esperaba; la tarde de cielos plomizos se trastocó luminosa con los lances de Trigueros. Pero, aquel ensueño dio paso a la crudeza de ver por los suelos al animoso burel. El presidente hizo el cambio y el sobrero de "Las Ramblas" sirvió para que José María esbozara los principios estéticos que haría cumbres con el sexto.  
 
Ambiente familiar en la plaza para presenciar la novillada.

  Después de pinchar, Trigueros paseó una oreja del novillo. De no haber fallado con la espada de acero que diseñara Pepe-Hillo hubiese conseguido un resultado mucho mas pletórico.  La merienda, tan clásica en las plazas del sur, nos dejó un tiempo para las reflexiones y meditamos acerca de un detalle que ya nos impactó anteriormente: entre toro y toro, y mientras los areneros adecentan el ruedo, en el ancho callejón de La Condomina se sitúan diversos guardias de seguridad y algún que otro agente de policía. Todos ellos observando al público de los tendidos de sol, como si se tratase de un partido de fútbol. Los públicos taurinos nada tienen que ver con el futbolero. (Y dentro del fútbol no todos pertenecen a grupos ultras). Aquí no se desatan las violencias propias que generan los fanatismos; como mucho aplauden, silban cuando un toro se cae y el resto del festejo se lo pasan comiendo pipas. Por ello, no encontramos razón alguna que predisponga esta situación; el aficionado a los toros es pacifista y sólo aspira a recrearse con el arte de los toreros. Si acaso, el mundo de los toros vivió épocas convulsas cuando la intensa rivalidad entre Lagartijo y Frascuelo o Joselito y Belmonte, -aunque nunca la sangre llegó al río ni hubieron victimas como en el fútbol-; en la actualidad se vive una calma absoluta; ya no existen figuras de ese potencial que dividan a los públicos y provoquen fanatismos.
 
El escaso público de los graderíos de sol frente a los vigilantes.


   Pero bueno, después del descanso el festejo subió el nivel y vivimos detalles de Marcos de enorme intensidad. En los medios se esforzó con el novillo, sacando petróleo de otro animal con las fuerzas pendientes de un hilo. Al final y como si emulara a Perera, se pegó a una oreja para provocar un "arrimón" que calentase la tarde gris. Un trofeo consiguió.
 
Así entraba a matar Marcos, a su segundo novillo.

  Del otro murciano, es decir Parrita, diremos que anduvo voluntarioso, aunque quizás puede que su papel como virtual telonero le enfriase el ánimo. Entre lances con cierto brillo tuvo verdaderas fugas, momentos en que parecía perdido.  Por cierto, su físico nos recordó a Agustín Parra "Parrita", un torero madrileño, hijo de aquél otro Parrita de la época de Manolete.
 
Parrita en un lance a su segundo novillo.

  De nuevo, nuestro ídolo torero, nos regaló una forma de sentir el arte de un lidiador en su total dimensión: desde los lances preciosistas de capote en notables "delantales" cerrados con medias de sentimiento jerezano (Paula). Tuvo el detalle torero de colocar al novillo lejos del caballo. Luego al picador se le aplaudió precisamente por no picar al "lagunajanda". Apenas le insinuó un picotazo. Incluso sus propios compañeros de oficio le felicitaron. Es como si los novillos hubieran llegado a la plaza ya picados desde la finca.
 Nuestro ídolo brindó al padre, y también tomó los medios como terreno propicio para crear una serie de lances que transmutaron la plaza y nos hizo soñar con el toreo eterno. En uno de los naturales, apareció en nuestra mente como sortilegio, unos naturales sublimes del padre del actual Manzanares, que diera en una lejana tarde del Corpus en Toledo a un bravo toro de "Los Guateles".  ¡Eso es lo que nos hizo recordar Trigueros!...¡Ni más ni menos!...Cerró la faena a base de "bernadinas" .
 
Trigueros con el sexto del festejo, donde se atrevió a bajarle la mano, circunstancia complicada por la escasez de fuerzas de los "lagunajandas".

   Todo fue un hechizo, un bálsamo espiritual para el aficionado y todo ello se desmoronó en el momento crucial de cruzarse precisamente con el novillo; en el pasaje único de la lidia donde el torero debe atacar. Ahí, quizás le faltó el ardor que desprendió en su trasteo de muleta, el caso es que pinchó repetidas veces.  

Pletórico Trigueros, después de haber exprimido la nobleza de su oponente.
  La tarde era especial y el público asistente disfrutó con las perlas toreras de Trigueros y dejó al margen el acierto o desacierto con la espada, para entregarse y engalanar al joven novillero con un trofeo que le haría salir por esa imaginaria "Puerta del Príncipe" en versión murciana.
 
Al igual que los espectadores de sol, los empleados de la plaza también comen pipas...

  Un misterio, una cuestión,  ¿llegará Trigueros a ser figura? Ni idea. En el toreo sólo se vive el presente; el triunfo de hoy no te absuelve del mañana, por ello constatamos al igual que los aficionados que fueron a verle, que tiene hechuras para ser "alguien en esto", -como suele decirse en el argot. Aunque lo que sí podemos afirmar rotundamente es su calidad como persona, la tremenda sencillez que emana, su solidaridad para con sus compañeros, la calidez y la verdad de su ser...
Trigueros llevando a hombros a Iker, uno de sus compañeros de la escuela taurina.
 

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