sábado, 24 de octubre de 2020

ANTONIO LÓPEZ GARCÍA EN VALENCIA

 


  Nadie que esté en el ajo cultural de España puede obviar a Antonio López, como un pintor mítico que ha trascendido a su tiempo. Cuando en los años sesenta, el panorama pictórico se nutría de pintores abstractos, continuando en los setenta con el mismo son, aparecía un profesor manchego de baja estatura que daba clases de colorido en la escuela de bellas artes de "San Fernando", y al que cariñosamente llamaban "Antoñito". Pues, al tal Antoñito le dio por pintar cosas realistas, y que de tanto realismo parecían fotografías. A aquello le llamaron "hiper-realismo"; -una corriente pictórica llegada desde América-, una etiqueta que a unos gustan y otros repudian como si fuera un vampiro. El caso es que  estos pintores de estirpe realista se congratularon con el paisaje urbano, a veces frío y desolador de una gran ciudad como Madrid, algunos les dio por buscar objetos anacrónicos y decadentes para pintarlos; incluso peregrinaban hasta los basureros de Vaciamadrid para hacerse con verdaderas joyas malolientes de la inmundicia capitalina.

José Luis Galán junto al mítico pintor, en compañia de Fran Tortosa.



En la década de los ochenta, los medios informativos madrileños hicieron proclamas de tres cosas, a saber: la "quinta del Buitre" fue llevada a los confines galácticos, unos futbolistas que fueron inflados y sobrevalorados; luego estaría la "movida madrileña", un movimiento social que apenas conocíamos los que vivíamos en Madrid, aquello tenía mucho de literario y se vendió muy bien en el extranjero y por último, la figura grisácea con aires de monje cartujano de un pintor de Tomelloso, que solía pintar muchos cuartos de baño. El diario "El País" no cesaba de publicar artículos y entrevistas de éste, por aquél entonces oscuro pintor. Su particular filosofía de entender el arte fue calando en la sociedad, vendió especialmente su lentitud a la hora de elaborar sus obras. Nos hizo creer que un cuadro; -aunque su tamaño fuese de 20x30 centímetros-, debería de llevar dos o tres años de trabajo; y aún así no podríamos considerarlo terminado. Y nosotros nos preguntábamos: ¿cuantos años tuvo que emplear Velázquez en un cuadro gigantesco como "Las Meninas"?  Las cuentas no nos salían, y el más grande pintor español de todos los tiempos debería haber vivido varias vidas para realizar toda su obra. (Todo ello según las tesis de Antonio López)

La particular filosofía sobre su lentitud al pintar enamoró al cineasta Víctor Erice, realizando una película llamada "El sol del membrillo". La trama era muy simple: el artista pintaba un membrillo que colgaba en la pared del jardín de su casa. Al respecto de este film, una amiga argentina me decía lo siguiente: "¿vos entendiste algo?...Me pareció más un cirujano que un pintor, no pude acabar de ver aquello; me quedé dormida"..."¡Y si la viera cincuenta veces, me quedaría dormida igual!"...

Los pintores realistas de su época tenian a gala ponderar que sus pinturas eran realizadas del natural, y Antonio López no era menos. Por eso mismo aparecían en todos sus catálogos de exposiciónes, pintando motivos del natural y López se dejaba ver en la Gran Vía madrileña con caballete y lienzo, pintando en directo para el placer de los viandantes.

"El sol del membrillo" dejó entrever la incapacidad o impotencia de López García para poder plasmar temas con objetos vivos; ya fueran frutas, animales o seres humanos. Su compleja manera de pintar: demasiado escrupulosa y minimalista no eran propicias para testimoniar semejantes motivos pictóricos teniendo estos modelos delante. Por pura lógica, si pintas una manzana del natural, ésta irá perdiendo vida cada día. ¿Y qué diríamos del encargo sobre el retrato familiar de los Borbones?  El escritor valenciano Manuel Vicent ironiza sobre la situación, especialmente cuando el pintor se presentó con varios fotógrafos de su confianza en La Zarzuela. Ni tan siquiera realizó un simple boceto a lápiz sobre la composición familiar.

Los peores desaires se los han dado sus propios colegas, cuando Antonio López ha presidido muchos jurados en concursos de pintura. Al parecer y según cuentan estos, el pintor manchego ha denostado aquellas obras cuya realización se basaban en fotografías. No debe ser muy ético censurar esa cuestión, cuando se es el pintor y escultor español que más usó el material fotográfico en sus obras. Quizás, el artista manchego ha sido un tanto torpe en estas cosas.

Gracias a la galería Marlborough su obra tomó consistencia y prestigio internacional, aunque en dicha galería la gran "vedette" fuera el pintor chileno, también hiper-realista Claudio Bravo, con una obra de mucha más contundencia y "caché" que la del pintor de Tomelloso. Cierto es, que estas cuestiones pertenecen a la trastienda del arte y a los propios artistas. En definitiva, Antonio López ya es un artista bendecido y exaltado por la crítica especializada española. Ha sido canonizado, y su espíritu elevado como un apóstol pintado por El Greco. Para nosotros, Antonio López siempre será el enigmático personaje que dejó Tomelloso por Madrid, de una sobriedad franciscana absoluta; parece que siempre vistió  la misma bufanda, y un bolso en bandolera que no le abandona jamás. A veces, incluso parece decirnos que a pesar de su considerable edad y suponemos que holgada economía, necesita seguir trabajando para poder comer. El mayor representante del realismo español, ¿es tan realista en su vida personal?... En cualquier caso, la ternura que desprende el personaje nos impregna de tal modo que su obra nos interesara siempre, a pesar de las contradicciones de su autor.

Fotografías de Fran Tortosa.






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