martes, 16 de abril de 2019

LA CONTROVERTIDA HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS

"Ecce Homo" Anónimo Escuela Veneciana, siglo XVI.



    Desde que Hermann Samuel Reimarus "abriera la caja de los truenos" allá por el año 1780, las investigaciones acerca de la historicidad de los evangelios no han cesado. El historiador alemán fue el primero en considerar a Jesús como un predicador de corte más bien político y que fracasó como pretendiente al trono de Israel, vacío desde la muerte de Herodes el Grande. Consideró que sus discípulos habían inventado la "resurrección" del maestro. Es evidente que estos tratados, en nada tienen que ver con la fe y las creencias cristianas de cada cuál, sólo se atienen y buscan la luz en el proceloso océano de la antigüedad, y siempre desde el análisis meramente histórico.

   En España, tenemos la suerte de contar con uno de los historiadores mejor conceptuados en el tema a nivel internacional, que es Antonio Piñero. Al principio de conocernos me decía: "no sé si he perdido el tiempo de casi toda mi vida, estudiando a un personaje del que apenas sabemos nada; es como si tuvieramos un puzzle de mil piezas y sólo contamos con diez". Lógicamente se refería a Jesús.


   Tener una figura que haya marcado la historia de Occidente y no conocer ni su estado civil, si era casado, viudo o soltero, creo que lo dice todo. Tampoco sabemos la edad cuando murió; -aunque probablemente  sea cercana a los 38. El lugar de nacimiento tampoco. Ni el tiempo que dedicó en su vida como predicador; los expertos hablan de entre uno y dos años y medio. Los evangelios son las únicas fuentes donde acudir, y estos fueron redactados cincuenta, setenta, y ciento veinte años después de haber fallecido Jesús. Sus autores son anónimos y ni tan siquiera llegaron a conocer el entorno de los hechos, ni por supuesto al propio Jesús. Los nombres se les pusieron después. Para colmo, no quedaron los escritos originales, lo que hay son copias de copias. También están llenos de retoques e interpolaciones posteriores.  Más si luego entramos en detalles, nos daremos cuenta que el llamado evangelio de Marcos es el primero y que posteriormente Mateo y Lucas copiaron el esquema central de Marcos, añadiendo otros  elementos. Y por último, el cuarto, es decir Juan narra una historia que es netamente teológica, elimina elementos de Marcos y suministra otros nuevos. De los cuatro, es el más antisemita, culpando a todo el pueblo judío de la muerte de un Jesús, que en casi nada de tiempo pasa de hombre mortal a  Dios; mientras que Marcos ni siquiera escribe acerca de la "resurrección". (Siglos después, escritores cristianos como probablemente Eusebio de Cesarea añadieron varios párrafos a ese aspecto).


    Cualquiera que haya leído los cuatro evangelios canónicos caerá en la cuenta de las numerosas contradicciones existentes, de los errores geográficos, de ver que los personajes no coinciden en las mismas escenas y que solamente el versículo que trata sobre la entrada triunfal en Jerusalén viene a ser de lo más concordante en todos ellos. Pero, independientemente de su mensaje, es innegable la calidad literaria que tienen y la construcción sobre tramas internas basadas en la numerología, elemento que a posteriori  sería fundamental en la cábala judía. Estos escritos no podían provenir de cuatro ignorantes pescadores o campesinos galileos, por muy seguidores o discípulos que fueran de Jesús. Se percibe que tienen altos conocimientos filológicos, que escriben en griego "koiné", a pesar de ser judíos que viven alejados de Israel, probablemente en Alejandría. La excepción podría ser el denominado Lucas,  que posiblemente fuera griego. En referencia al cuarto evangelio, los expertos aluden a una especie de taller de escribas situado en una comunidad judeo-cristiana de Éfeso. A pesar de sus innumerables cortes, de su reducido vocabulario, de la configuración que hace de Jesús, el evangelio de Juan quizás sea el más estimado y leído en los sermones litúrgicos por su gran espiritualidad.


   Todos estos escritos tienen en común una cosa: la pasión y muerte del protagonista Jesús. Los eruditos siempre se preguntaron lo mismo: ¿qué veracidad histórica tienen estas obras? Desde Reimarus hasta el presente, la opinión generalizada ha sido más bien pesimista. Eso sí, casi todos coinciden en etiquetarlos como una especie de propaganda de fe religiosa en torno a un Mesías convertido en Dios. ¿Y quién habló primero de ese Mesías-Dios?  Un personaje  griego, llamado Saúl de Tarso, quien nunca  había conocido al Jesús que anduvo por los polvorientos caminos de Galilea. Lo más misterioso del asunto, es que antes de Saúl, nadie había escrito nada acerca del Nazareno, ninguno de sus contemporáneos, ni siquiera aquellos que fueron junto a él. ¿Cómo se explica ese vacío?   Y el propio Saúl de Tarso, que luego será conocido como san Pablo, escribe no de ese Jesús de Galilea, que fuera sanador y exorcista, que hablaba de un Reino que ha de llegar antes que pase esta generación (en clara referencia a la suya, en el siglo I); Pablo transmite la idea de un Cristo celestial, evanescente, etéreo; nada que ver con el Jesús de la historia, el carpintero que sacara horas al sueño para estudiar la Torá,  un rabino que al final de sus días fue proclamado por los suyos como el Mesías de Israel.


    Los historiadores hablan de tradición oral cuando se refieren a las fuentes de los evangelistas, ya que las cartas escritas por Pablo de Tarso no dan pistas acerca de esa posible historicidad. Se menciona la llamada "Fuente Q", donde figuran dichos de Jesús. Pero, cuando éstos escriben los relatos de la pasión han pasado suficientes años para que las generaciones que conocieron los hechos acaecidos en Jerusalén hayan desaparecido. Con apenas cuarenta años, ya eran verdaderos ancianos en esa época. He de aclarar, que las epistolas de Pablo son escritas antes que los evangelios, aunque en el Nuevo Testamento aparezcan los evangelios en primer lugar, luego Hechos de los Apóstoles y por último las cartas de Pablo.


  Analizado el evangelio matriz, que es Marcos, comprobamos como en sus líneas subyacen infinidad de retazos de influencias extraídos de la literatura egipcia y sobre todo de obras griegas como "La Iliada" o "La Odisea". La famosa "traición de Judas" pareciera legendaria y un tanto rebuscada; el supuesto discípulo aparece como un potente actor secundario en una escena que hace rechinar;  pagarle a un individuo 30 monedas de plata por un trabajo que los romanos lo tenían gratis no tiene sentido, sobretodo cuando estos tenían controlado al grupo del Nazareno, sabían perfectamente donde hallarlo, no precisaban de un chivo o delator. Sobre la muerte de Judas, los evangelistas dan diversas versiones, y estas también provienen de la literatura antigua. Una de estas versiones es un plagio de la muerte del rey Antíoco IV. Y otra, acerca de la muerte de Agitofel.


   Aún así, lo más inquietante proviene del juicio que el prefecto romano Poncio Pilato mantiene con Jesús. Hablar del juicio judío, es decir con Caifás y Herodes Antipas, sería hablar de un episodio que de haber existido hubiese sido meses antes de la Pascua judía, probablemente en septiembre, coincidiendo con la fiesta llamada "de los tabernáculos" en Jerusalén; y la causa de ese contencioso podría haber sido el incidente  con los mercaderes del templo. Jesús hubiese sido condenado al castigo de flagelación.


    Veintisiete errores jurídicos afloran en ambos juicios, que chocan frontalmente con la Mishná hebrea y las leyes romanas. Un magnánimo proceso, que tanto habría de influir en el devenir futuro de la historia. Por citar algunos: lo de la nocturnidad no tiene fundamento, estaba prohibido celebrar juicios de noche. Tampoco se podían celebrar en vísperas de fiestas. Eran a puerta cerrada, sin público. Se precisaban testigos con antelación de varios días. El tribunal romano nunca indultó a presos. Por tanto, la historia de Barrabás también huele a legendaria y artificiosa. La flagelación era un castigo en sí, para delitos de no muy alta gravedad, en modo alguno precedía a la pena de muerte.  La clásica escena del relato de Mateo, cuando hace ver que Pilato se lava las manos y otorga al pueblo el derecho a decidir sobre la condena es absolutamente teatral y casi irrisoria, y de haber sido cierta el prefecto romano habría sido destituido fulminantemente de su cargo. Las autoridades romanas no jugaban con esas cosas. Así pues, el desconocimiento jurídico de los evangelistas es notorio, salvo que lo hicieran a posta, para de esa manera potenciar la figura de Jesús, a sabiendas que desvirtuaban todo el proceso. De esa forma culpabilizaron al mismísimo pueblo judío de la condena y muerte del Galileo, cuando realmente el prendimiento fue obra de los romanos, el juicio también y la condena por delito de alta sedición también lo fue romana. Se advierte la retorcida maniobra ejercida por los autores para liberar a Pilato de la culpabilidad de su sentencia. De tal juicio no quedaron actas.


    Este sería el núcleo real de los hechos, los meramente historicistas: prendimiento, juicio y posterior muerte en cruz. Un suceso que nunca tendría, al parecer los ribetes ornamentales y dramatizadores que les otorgan los evangelistas. Pero ese era el estilo en la antigüedad, elaboraban historias fantásticas sin importarles la historicidad de estas. Quienes analicen los pormenores de estos escritos, observarán cierta hilazón existente en ellos hasta llegar a la crucifixión; -aún a pesar de los matices diferenciales entre los cuatro. En las escenas del calvario, cada uno de los autores va por su cuenta; -se percibe que el hilo conductor se rompe entre ellos. Y en lo concerniente a las apariciones del resucitado, la cosa va más allá, las diferencias son más acusadas. En cierto sentido, es como si fueran "in-crescendo", desde Mateo hasta Juan, en una pugna para ver quien de ellos embellece mejor las escenas.


     Y por último, los evangelios se crean después de la destrucción del templo y la devastación de Jerusalén por los romanos, entre el 66 y 70. Surgen tremendas disensiones entre los judíos y la mayoría opta por la "diáspora" o exilio. Las guerras entre judíos y romanos se saldaron siempre con la victoria de estos últimos. La caída del templo es lo más grave para ellos, por lo que deciden no tener más luchas y pasan a acatar sus directrices. A partir de ahí, procuran estar  bien con Roma. Por ello maquillan el juicio sobre Jesús. Se muestran indulgentes con Pilato; lo describen como un tipo inseguro, débil, y compasivo, cuando los historiadores de la época, Flavio Josefo y Filón de Alejandría opinan todo lo contrario. Hacen ver que los judíos son instigadores y culpables directos de la muerte del Nazareno;  Pilato quedó como un hombre bueno que compadece a un judío como Jesús, incluso siglos después la iglesia copta intentó hacerle santo.


  Si los autores de los evangelios canónicos tenían la pretensión  que sus escritos fueran propaganda de una fe, ciertamente lo consiguieron. Pasaron muchos siglos desde aquellos acontecimientos, y hoy siguen vigentes, siendo los adalides y columnas donde se asienta el cristianismo. Aunque nos hicieran ver y sentir la idea de un Cristo celestial, que muriera por la salvación del mundo; y que hoy vemos su idealizada imagen a través del arte.


    

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