miércoles, 18 de septiembre de 2019

EL FUTURO DE LA TAUROMAQUIA


  Si los taurinos siguen en la misma tesitura con su habitual falta de imaginación, instalados en el conformismo más absoluto, esta fiesta que rinde culto al Minotauro, a la lucha del hombre frente a una fiera, creando un arte que perece con su ejecución, esta tradición de siglos irá menguando hasta llegar a un estado donde sólo sobrevivirán aquellas plazas de primer nivel: Madrid, Sevilla o Pamplona. Ir a los toros será como ir a la ópera, sólo unos pocos escenarios para su representación. Las plazas de tercera y algunas de segunda irán desapareciendo del orbe taurino. Si tiramos de estadísticas, en los últimos veinte años han descendido sensiblemente el número de festejos y en muchos lugares se dejaron de dar toros. Ya son muchos los empresarios que claman por la inviabilidad de los festejos en plazas de tercera, especialmente cuando se trata de acartelar figuras. La razón es muy simple: las figuras actuales no tienen poder de convocatoria, no llenan los cosos; por otro lado nunca fueron solidarios en tiempos de crisis, mientras ganaderos y demás personal rebajaban sus honorarios, ellos siguieron mirando para otro lado.
   Los aficionados andan hartos del "monoencaste", de los perritoros, de pagar unas entradas carísimas para ver un espectáculo tan previsible y que no les aporta ningún aliciente nuevo. Para mayor afrenta, están los medios oficialistas, hoy propagandistas de toreros y alejados de la realidad. Es normal leer: "toros de correcta presentación" cuando se refieren a una corrida que acabamos de presenciar y cuyas puntas de los pitones parecían auténticas bolas de ping-pong. El afeitado es ya algo que apenas inquieta a nadie. En los ochenta se perseguía este fraude y cualquier indicio era noticia en los medios informativos. ¿Y qué decir de la "suerte de varas"? El tratadista taurino Sánchez de Neira, ya lo decía en 1879: "entre los de a caballo, fuerza es confesarlo, cada día es menor el personal que sirve para picar toros".
   Lo del sorteo ideado por el productor francés apenas fue un espejismo en el desierto. De haberlo llevado a cabo en el sistema general de las ferias hubiese tirado por tierra las querencias de los grandes interesados en que esto siga igual. ¿Habría solución para todo este desbarajuste? Claro, existe una remota esperanza para subvertir esta situación. Si comprobamos como se hacen las cosas en el país vecino, es decir Francia, caeremos en la cuenta de la buena salud que allí goza esta tradición artística tan nuestra. Cierto es, que aquí ya existen muchos aficionados que gustan y claman por los encastes llamados toristas, que no quieren saber nada de la saga Domecq. Que sus miradas están puestas en la aparición de novilleros que aporten frescura y autenticidad a esto. En definitiva, se sueña con retomar una tauromaquia que tenga que ver con siglos pasados, donde el toro era verdadero protagonista, la suerte de varas era primordial y los matadores eran elementos secundarios. De esa forma prevalece la auténtica esencia de este espectáculo.
   La organización de novilladas y espectáculos menores es esencial para reactivar esta tauromaquia en declive; pero claro, luego escuchas a los empresarios: "montar novilladas tienen los mismos gastos que una corrida", por lo que se decantan por estas últimas. ¿Será lo mismo pagarle al Juli sesenta mil euros por destorear un par de ejemplares aborregados o simplemente cubrir los gastos de un novillero, como se suele hacer con éstos? 
  Y lo mas lamentable está en que el aficionado y espectador, que en realidad son los que mantienen esta "fiesta" no tienen voz ni voto. Hemos sido testigos en varios actos de presentaciones de carteles, cómo se ningunea a aquellos que educadamente han discrepado de algún elemento de los festejos programados. Verdaderamente lamentable, cuando estos sufridos espectadores tienen que pasar por taquilla, pagar lo que se paga para presenciar un espectáculo tan previsible, en un lugar decimonónico e incómodo y encima se les desprecia.
  Los clubs taurinos deberían comprometerse con mayor ahínco en estas cuestiones, al menos para salvaguardar la escasa fe que todavía queda en los aficionados.

   Por suerte, para los que todavía suspiramos por una tauromaquia pura e íntegra, nos quedan algunos referentes en España como Villaseca de la Sagra, Calasparra o Arnedo. Allí se muestra la verdad de esta fiesta tan depauperada y venida a menos.

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