viernes, 29 de octubre de 2021

RAMIRO VERDÚ, ALQUIMISTA DE LA IMAGEN

Cuando mi amigo, el fotógrafo de mirada picassiana, Jesús Carbonell, me presentó a su colega Ramiro Verdú, de inmediato mi imaginación voló en Air France hacia el Montmartre parisino. Allí me esperaban los principios del siglo veinte entre miles de botellas de absenta, el célebre Moulin de la Galette y toda la atmósfera bohemia que incluía a pintores, escritores, prostitutas, bailarinas, proxenetas y todo un abigarrado espectro humanoide. Y todo ello porque Ramiro me recordaba sobremanera la figura del genial Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa, conocido simplemente como Toulouse-Lautrec, quien fuera un gran pintor y especialmente cartelista.


Ramiro y Jesús habían viajado en busca de las criaturas más exóticas y extrañas del planeta. El objetivo de ambos era vampirizarlos a través de sus cámaras; y doy fe que lo consiguieron. Mientras Verdú lo hacía en blanco y negro, Carbonell se daba un festín con todo el espectro cromático, como un poseso del color. La mayoría de estas criaturas sonreían cuando escuchaban los disparos a discreción de los exploradores del Baix-Vinalopó. Para los lugareños debería ser una liturgia divertida, viendo sus expresiones.   

El encuentro con Ramiro se produjo en la plaza mayor de Novelda, bajo uno de esos típicos entoldados que tanto abundan en las cafeterías y bares. Parecía todo un príncipe Igor, al estilo operístico. Sobre la mesa, aparte del consabido Iphone, una copa de color rojo escarlata que semejaba algo parecido a un "bloody mary" y que Ramiro nos confirmó que así era. Nos explicó que era la bebida de moda, que aparte del jugo de tomate, de las gotas de tabasco y del wodka, se le añadían unas gotas de astra-zeneca, moderna y pfizer. ¡Todo un cóktail explosivo, que a buen seguro haría feliz al fotógrafo de Novelda!

Verdú nos habló de Riopar como uno de sus paraísos perdidos, donde encontraba las mejores tonalidades y contrastes para sus fotografías. También mencionó las idílicas puestas de sol que le regalaba el mediterráneo. A diferencia de Carbonell, Ramiro se toma la fotografía con la paciencia franciscana de un pescador de río. Coloca su trípode y mientras tanto deja pasar los minutos, incluso horas, hasta que el clímax estético deseado aparezca como una revelación divina, y entonces el fotógrafo disparará con velocidades bajas de obturación para hallar el milagro.

Por ello, sus interiores y bodegones rezuman una espiritualidad propia de los elegidos. Bodegones que nos recuerdan a Meléndez Valdés, a Sánchez Cotán y Zurbarán. A veces he pensado, después de contemplar semejantes composiciones, que Ramiro esconde secretamente un alma de pintor. Sea como fuere, Ramiro se nos presenta como personaje que remueve nuestra conciencia estética con su arte, como tocado por la varita mágica de un alquimista.


lunes, 25 de octubre de 2021

ASPE EN LA MEMORIA


 

El dinámico y siempre actualizado profesor Galváñ Botella nos hizo llegar estas imágenes teñidas de melancolía, que vienen a ponderar tiempos pretéritos de nuestra bella y querida Aspe. Al igual que un guía turístico dirigiendo un grupo de japoneses en la Puerta del Sol, nuestro entrañable profesor nos ha ilustrado acerca de tales impresiones gráficas, toda una retrospectiva mirada al pasado de una de las más interesantes localidades del interior alicantino.

Entre los años treinta y los cuarenta del siglo pasado oscilan estas fotografías, que muestran con nítida sobriedad la realidad de unas épocas de carencia; tiempos de entreguerra y posguerra, de un vivir al borde del alambre. Edificios emblemáticos, calles y avenidas, lugares cotidianos como aquellos lavaderos públicos, romerías con la patrona del lugar como es la Virgen de Las Nieves, que a su vez comparte patronazgo con Hondón de Las Nieves.

Pero, la historia con mayor carga de ternura contada por el profesor Galváñ, hace alusión a un perro. Así como leen, se trata de "Tarzán", un animal con alma propia, con una sensibilidad que iba más allá de lo irracional.

Tarzán asistía a todo entierro que hubiera en Aspe. Llegaba hasta la iglesia mayor y allí en la misma puerta esperaba la salida del féretro. Luego acompañaba al cortejo fúnebre como si fuera una persona más. Realmente bella y estremecedora esta historia, que nos hace meditar acerca de la gran intuición y sentidos que pueden desarrollar estos animales.




domingo, 17 de octubre de 2021

MARÍA JOSÉ MONTIEL, LA FASCINACIÓN DEL BEL CANTO


 

María José Montiel Barcia, de origen abaranero y gallego es -porque lo dicen voces mas autorizadas que la mia-, una de las eminentes figuras de la Ópera actual. Poseedora de un don, que rara vez regalan los dioses, su voz es una maravillosa gema en la que se aprecia la suavidad del terciopelo, la tersura del lino, la firmeza del diamante y la armonia del grácil vuelo de la gaviota. Y hay también la luminosa y letifica potencia de los agudos, la sensual cadencia del fraseo en la voz media y el misterio y hondura de la noche en los graves.

Otro don de la DIVA es su porte escénico, incluso antes de desgranar una nota. Es ese indefinible "AQUEL" que tienen los que estan tocados por el hado celeste. En escena, con su mano diestra levemente apoyada en el gran piano de cola, impone su esbelta figura con un natural aire de sencillo poderio, al estilo de aquellas otras mezzo: María Teresa Paniagua, Marisol Lacalle, Teresa Berganza...

                                               Rogelio Gil-Serna

Fotografía: Óleo sobre tela. Escena intimísta donde la mezzosoprano despliega su talento, acompañada al piano por mi sobrina Lorena. Dueña de una carrera prolífica y de largo recorrido, María José Montiel ha cantado en los escenarios más importantes del mundo, como los del Carnegie Hall de Nueva York, La Scala de Milán, Kennedy Center de Washington, Salle Pleyel de París, Finlandia Hall de Helsinki, Musikverein, Konzerthaus y Staatsoper de Viena, NAC Ottawa, Cincinnati Symphony, Doelen de Rotterdam, Ópera de Budapest, Sidney Town Hall, Teatro Regio de Parma, Teatro Malibran de Venecia, etc.


lunes, 4 de octubre de 2021

RESTAURANTE "RAMÓN", UN LUGAR CASI DE ENSUEÑO

El restaurante "Ramón" es uno de esos locales que pueden sorprendernos gratamente, estando situado en una población y no en una gran ciudad. Por ello nos congratulamos que alguien decidiera crear ese singular espacio en Monforte del Cid. El oficio y la profesionalidad de su dueño, Ramón Rodríguez se perciben de inmediato, y no es extraño cuando este hombre se educó y cultivó en lugares emblemáticos como es "Jumillano" y "Nou Manolín" de Alicante.

Nada más adentrarnos en el restaurante sentimos aquello como un lugar de gran calidez, acogedor y atractivo. Está conformado por tres espacios: dos comedores amplios y un pequeño receptáculo que queda en la entrada, y que viene a ser el rincón intimista y más coqueto del lugar. Precisamente ahí, tuvimos nuestra primera experiencia, en compañía de unos grandes amigos: el matrimonio Galváñ Botella y el  fotógrafo Jesús Carbonell. Ellos son fieles del buen hacer de Ramón, de paladear sus creaciones.

En realidad, este restaurante ofrece una cocina de rango casero, de platos de toda la vida en contraste con otros de factura más actualizada pero sin llegar a las extravagancias que algunos concursos televisivos sugieren como la gran panacea culinaria, propuestas estéticas más próximas a un cuadro de Tàpies que a un verdadero plato de cocina.

 


Los entrantes reflejan el mimo y el buen trato con el que fueron elaborados. Tomamos unas albóndigas de calamarcitos, con un fondo y empaque realmente sabrosos. Unas ensaladillas "rusas" de la casa, coronadas con huevas de trucha realmente apetitosas, así como unas exquisitas lonchas de ibéricos. Unas zamburriñas gratinadas también nos dejaron los ecos marinos de esta cocina alicantina.

Elegimos un rodaballo, a sabiendas que son pescados de una elaboración mucho más compleja que otros. La respuesta la tuvimos en un rodaballo de una suavidad y texturas como el terciopelo, junto a un fondo verdaderamente delicioso de gambas y verduritas rebozadas.

La carta de vinos de este local es casi inabarcable; contiene vinos y cavas de todas procedencias, y además decoran algunas de las paredes del establecimiento. El servicio es rápido y eficiente, atendido por encantadoras camareras. Aparte del buen comer, lo que sobresale en este restaurante es su atmósfera, donde una ajustada iluminación de corte intimista hace resaltar la colección de litografías, pasteles, acuarelas,  y algunos óleos junto a cerámicas y fotografías que cuelgan en sus paredes. La conjunción de todo ello nos lleva a disfrutar ampliamente de una panoplia de sensaciones que a buen seguro provocará la felicidad de hallarnos en un lugar casi de ensueño.