domingo, 21 de abril de 2019

IVÁN FANDIÑO "INÉDITO"



    Iván quiso ser torero y apareció por tierras de Guadalajara,  de capea en capea por la ruda Castilla. Néstor Garcia se fijó en él y quiso comprometerse con el aspirante a sacerdote de la Tauromaquia. Y si las capeas son duras, más lo es la trastienda taurina.
 


   Un  apoderado independiente tiene su lado romántico, pero también muchos escollos en los senderos de una carrera artística como la de consolidar a un torero con nivel y "caché". Al final, los años juntos, la lealtad y confianzas mutuas dieron en el fruto de un torero contrastado, con instantes artísticos donde parecía nacido en el barrio de Triana. Seguro que al genial Belmonte le hubiese gustado.


     Iván no era conformista, no le iba el ser un torero con un buen promedio de festejos, haber triunfado ante la que dicen ser "afición más exigente"; Fandiño quería más. Por ello, y junto a Néstor apostó fuerte y tendió los naipes sobre la mesa. Las gestas en los ruedos cada día son menos, el librar batallas como antaño lo hicieron Frascuelo o Lagartijo no están dentro del programa de las cuadrillas, de los mentores, de los semi-dioses del albero.


    Por tanto, las pretensiones de Fandiño encerrándose con seis morlacos en repetidas veces casi consecutivas en el tiempo, resultaron toda una provocación a los cuerpos de élite del planeta de los toros. El torero con revoloteos de duende andalusí se transfiguró en guerrero, en una épica sin vuelta atrás. El mundo de las entretelas taurinas observó aquello como un voyeur detrás de la cerradura, sin pestañear y con los recelos innatos de los que mandan en ese extraño orbe.


    Hoy encontré estas imágenes inéditas, nunca publicadas, de un festejo agosteño allá por el año 2014 en una plaza de tercera, Cieza en la provincia de Murcia. El maestro Ortega Cano como empresario, optó por Miguel Abellán, Rafael Cerro e Iván Fandiño. Recuerdo el toreo macizo, sin concesiones ni abalorios, era el toreo desnudo, purificado por Fandiño. Pero quizás, y aparte de aquellos muletazos sublimes quedará el estigma sagrado de un torero de la post-modernidad que intentó rescatar aquellos valores de una tauromaquia perdida en el tiempo; que puso la férrea voluntad para derribar los encorsetados muros de una tauromaquia que fenece por la desidia y el estado de confort de sus protagonistas. ¡Hasta siempre, guerrero torero Iván Fandiño!..

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