miércoles, 3 de febrero de 2021

VIDAS EJEMPLARES: "EL JARDINERO DEL AMOR"

 

José Julián Hernández.
 
 La seducción no es materia de manejo fácil. Ser un seductor no está al alcance de cualquier mortal, por mucho que se piense lo contrario. Al igual que sucede en las artes, el artista nace como tal y posteriormente, a través del conocimiento de la técnica llevará a cabo sus creaciones. Ser un play-boy sería lo más parecido a ejercer como un gigoló; alguien que pone en juego sus encantos, para después negociar con su cuerpo. Por ello, el hallazgo de un verdadero seductor no suele ser nada fácil. Cualquiera puede echar una ojeada a su entorno con el fin de encontrarse con un seductor auténtico, y podrá comprobar que la cosa fue negativa.

Actualmente, la gran maquinaria de degeneración cultural y creadora de zombis que es la televisión, nos muestra unos prototipos de falsos seductores, que ni tan siquiera tendrían la consideración de pésima bisutería. Son sencillamente, unos meros exhibicionistas de cuerpos machacados en gimnasios y adulterados a base de compuestos hormonales que apenas les deja una mínima porción de masa cerebral. Por eso mismo, estarían incapacitados para ejercer el noble arte de la seducción; porque para esos menesteres se necesita una gran capacidad cerebral, un despliegue intelectivo y también un refinamiento de los sentidos. Algo así como era Giovanni Giacomo Casanova.

A estos sujetos les suelen colocar frente a unas mujeres ampliamente siliconadas, que hablan de manera pretenciosa, a veces como si fueran protagonistas de una obra de Hamlet; aunque su cultura básica no pase de la EGB. Hacen ver que su autoestima suele estar por las nubes, aunque al menor atisbo machista se les venga abajo. Alardean de abundantes cargas de feminismo, de autonomía y emancipación absolutas, pero si al final de la cena en un restaurante el partenaire no la invita y paga la cuenta, entonces harán caer toda su ira jupiteriana sobre ellos.

José Julián Hernández, conocido y aclamado en la intimidad de las alcobas como "jardinero del amor" es nuestro amigo con patente de seductor, una especie en extinción, al menos en España. Muy pocos saben susurrar al oído femenino con su elegancia. Le gusta saborear los fondos marinos, como sorber el néctar afrodisíaco de unas ostras,  como hacerlo con la frutalidad de unos labios de acento salobre. Sus expertas manos suelen trazar arpegios amorosos sobre la piel de sus amantes, y no dejará un centímetro sin impregnar de pasión. Y una vez consumado todo, entonces tomará pinceles y plasmará la belleza inerte y sosegada de su amante; porque José Julián es un excelente pintor que gusta recrear aquella hermosura que acaba de tener entre sus sabias manos.

Llegará el día, en el que nuestro adorable jardinero querrá probar suerte y enviará a la Bienal de Venezia un lienzo de aires futuristas, donde él mismo se auto-retrata junto a una hipotética amante de amplias y barrocas formas. La obra no obtendrá premio, pero sí el beneplácito de la concurrencia, así como una prestigiosa fundación veneciana  se hará con ella para exhibirla en sus salones.

Ahora, nuestro héroe del amor acaba de vender todos sus enseres, incluso se presentó  ante un chamarilero del Rastro, para negociar la venta de su honestidad, nobleza y otros valores éticos y morales que adornan su persona. Y todo ello, para comprarse un velero con motor, con el fin de recorrer el Mediterráneo a la búsqueda de alguna sirena que more en las costas italianas o las afrodisíacas islas griegas. Él que es un buceador nato, que ha trasegado por mares convulsos, entiende que su sueño marinero sería cortejar y seducir a esa especie de travesti marino: mitad mujer, mitad pez.


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