Antonio es de los toreros que mas autenticidad ofrecen en este espectáculo llamada "Fiesta"; -aunque cada vez esta se encuentre mas devaluada.
Su escenografía, a la hora de verselas con el toro, en el tercio de banderillas; ya pertenece a otra época; -donde los toreros de plata se dejaban ver "con guapeza", caminaban como de puntillas hacia los terrenos del cornúpeta; con la parsimonia eterna de quien se sabe oficiante de una liturgia única y ancestral. Luego, ya metido en la jurisdicción del toro, levantar los palos desde lo mas bajo e hizarlos como simbólicas banderas blancas de misterio, en lo mas alto del morrillo.
Un instante fugaz, mágico y singular donde brotan chispazos estelares y luminosos. Luego Antonio Cama saldrá como lo hiciera Blanquet; -allá por los años veinte; caminando altaneramente, casi con pasos de ballet y con el regusto interno de sentirse un semi-dios solar en medio de la arena dorada en el crisol de la tarde.
Habrá consumado un acto, que le sitúa en la frontera de lo erótico y el peligro mas extremo que supone elevar los brazos cuando el toro por querencia natural agacha su cabeza con intenciones de cornear y herir a su oponente.
Antonio Cama lo tuvo muy claro desde su época como novillero. El marasmo de dificultades que el controvertido mundo taurino le ofrecía; le hizo declinar y olvidarse de aquello que conmueve a todo el que se viste de torero: el día de la alternativa.
Y para nosotros, los que amamos sin desden esta liturgia llamada Tauromaquia; el que Antonio decidiera vivir y sentirse como un banderillero para ofrecer lo mejor de su talento a este espectáculo, ha sido una de las grandes suertes para el presente de esta religión pagana, que todavía y a pesar de los pesares existe.
A los nombres de Maera, Rodolfo Gaona, Blanquet o Montoliu; en un futuro tal vez no lejano habría que añadir el de Antonio Cama....
Giovanni R.Tortosa
Foto: Ade-Paco
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