Cuando un sacerdote de esta religión pagana que nos queda, muere oficiando el ritual único y sacrificial, bajo el ardiente crepúsculo de una tarde veraniega; no es una muerte mas: es la épica de un héroe post moderno, descendiente de los sacerdotes que ya oficiaban el culto al minotauro en la Creta minoica. Por ello, el joven poeta Eduardo Lopez dispuso su prosa directa; sin alambiques ni pretensiones intelectualoides; de verbo cálido y conciso para homenajear al torero de Segovia en su muerte incruenta ante el ultimo vestigio del minotauro. "Cielo de Toreros" es el singular poema de Eduardo:
Victor Barrio
Compañeros en un dorado redondel, torero y toro,
Engalanados para la fiesta con decoro.
Sangra el arenal de la Plaza,
Alguien ha dejado en la arena su raza.
Es uno de los nuestros, "Hijo de la Fiesta" nacida
de nuestros ancestros.
Hoy a enmudecido la Plaza; es la sangre de nuestra fiesta la que sangra...
Tributo a los "dioses de la tauromaquia",
Toreo que perfuma el ruedo de magia,
Para ti, un capote de oro bordado, un cielo con el
que hayas soñado,
Luna enamorada de la fiesta en noche de luceros,
Un cielo de arena y toros para los toreros....
Eduardo Lopez.
Foto: Eco de Teruel.
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