-¡Imagínese las pasiones carnales que habrán respirado estas paredes!...-; -aunque a Giacomo le daba igual, lo mismo lo hacía sobre una góndola en medio de un canal que en el recibidor de un convento; las camas no suponían un problema para él; era un mago de la palabra, un erudito, el más grande seductor de la historia...-Así me iba explicando el conde Emile Targhetta D´Audifré, quien había sido uno de los propietarios del vetusto palacio veneciano donde residía; con un fluido italiano y ligera cadencia francesa, en recuerdo de su origen galo. Evidentemente, el conde se refería a Giovanni Giacomo Casanova.
Nos hallábamos sentados en un sofá estilo Luis XV de color rojo sangre; las paredes estaban forradas en terciopelo rojo con brocados dorados y en el centro del salón presidia un magnífico lienzo de Carpaccio. De uno de los salones contiguos flotaban los lamentos musicales de Iva Zanicchi, cuando apareció el joven mayordomo, elegantemente vestido con uniforme azul de prusia y con paño blanco sobre uno de sus brazos portando una bandeja de plata. Ceremoniosamente inclinó su cuerpo macerado en gimnasios, y procedió a depositar el té sobre unas exquisitas tazas de porcelana china.
-Perdone...¿Es usted Juan Bautista Fernández?:-pregunté de sopetón al joven sirviente.
-No. Mi nombre es Jean-Claude-.
-Ah....Disculpe; creía que.....
Cuando abandoné el palacio del anciano conde en la zona de Fondamenta Nuove para dirigirme al Gran Canal, no pude dejar de interrogarme: si realmente Jean-Claude era Juan Bautista; su "alter-ego" o un supuesto hermano gemelo o qué se yo....
Entonces recordé, mientras viajaba en el "vaporetto" hasta San Marco: que el verdadero Juan Bautista posee formas elegantes, incluso cierto refinamiento glamuroso. Que a veces se disfraza de "dandy" o de cortesano post-moderno para sumergirse y desparramar su mirada de halcón en fiestas de alto calibre y saraos presididos por fragancias de Dior, Gucci, Versace y demás atmósferas paganas.
De piel clara y luminosa, sus ojos son como potentes faros de mirada hiper-penetrante que harían tambalear las mismísimas piedras de los muros de Jericó.
Pero el tiempo más valorado para él es el dedicado a su pasión: la imagineria religiosa. Después de pasar por el taller de Carmen Carrillo, sus obras cada vez tienen mayor eco y son diversos lugares como San Pedro del Pinatar o Alhama de Murcia, donde procesionan sus imágenes.
En Cieza, su tierra, todavía no debutó. Después de unos años con el "virus" Hernández Navarro, ahora la semana santa ciezana dirige su mirada hacia Andalucía. Y que sepa uno; Juan Bautista Fernández todavía no es andaluz......
No hay comentarios:
Publicar un comentario