sábado, 7 de marzo de 2015

AURELIO GUIRAO INÉDITO

    Dibujo de Aurelio Guirao sobre el pintor Giovanni R.Tortosa en     pleno trabajo.

   De mi larga amistad con el poeta y pintor Aurelio Guirao guardo entrañables recuerdos, que el tiempo jamás pudo difuminar. Las conversaciones con él tenían unos registros altísimos y siempre me hacía recordar el arte luminoso y a la vez decadente de un cineasta de culto como era Luchino Visconti. La gran erudición de Aurelio en materias como pintura y su clara visión de la estética convertían sus teorías en auténticos festivales de sabiduría; -aunque él jamás se mostró petulante ni engreído. Todo fluía de manera natural y siempre con hondo respeto a la historia.
     Cuando venía a mi estudio de Madrid, solía tomar lápices y papel para por unos momentos sentirse pintor. Igual hacía un exquisito retrato de una modelo amiga que dibujaba el momento en que yo andaba pintando. Buena prueba de ello, es el dibujo a sepia que ilustra este artículo, donde se muestra su maestría en la composición, así como sus conocimientos anatómicos.
    Y también quedaron algunos de sus admirados poemas. Habíamos hablado de ilustrar con pinturas y dibujos míos un libro suyo, donde la temática elegida era principalmente el paisaje ciezano. Pero aquel proyecto nunca vio la luz y de aquel poemario sólo se publicaron dos temas: "Rambla del Moro" y "Palmera", que fueron incluidos en su libro "Del Verbo Vivir". El resto quedó en una carpeta en mi estudio. 
    Para satisfacción de los amantes de la poesía y en especial al grupo "La Sierpe y el Laúd";-donde Aurelio fue uno de sus fundadores les ofrezco un par de poemas de aquel proyecto:

                          DÍA GRIS
Cielo en alto balcón,
desde la cama:
página prisionera
de gris fofo,
distante.
No hay un solo renglón
de ensueño o pesadilla.
Ni siquiera en la sábana sudada
el hedor de un deseo
inconfesable.
Un gris embrutecido:
el vacío que deja
la absolución de todos los recuerdos.
En la brumosa luna del armario
y en el recuerdo lívido
del día,
barandal de balcón.
Esos barrotes tercos,
inmutables,
oscuros.
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                             OLIVO
Olivo
de cemento,
de ceniza.
Se retuerce en tu tronco un monumento
que la niebla de frondas pulveriza.
Tu milenario olvido, plata o sueño,
el cielo agujerea de alegría;
ojos celestes roen el terco leño,
por el ramaje observan tu agonía;
aguardan pacienzudos el momento 
del hacha inexorable en tala y triza;
ya van marcando tu envejecimiento,
tus ramas desgajadas, con gris tiza.
Retorso simulacro de tormento
frente a un vivir más rápido,
                                              más duro.
Morir
dolor de ser
                    mientras me siento
en lúcido ataúd, en sol oscuro,
en aire inerme, de mi pensamiento.
   

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