Estaba un tanto hastiado de las fiestas que algunos de sus amigos y clientes daban en lujosos yates sobre las aguas de Ibiza entre cuerpos hacinados en cubierta, derritiendose al sol como mantequilla, entre copas de champán y las fanfarronadas del personal. De las inauguraciones de exposiciones entre la enorme fauna de seres extraños, gentes que solo iban a mirarse en los ojos de los otros, banqueros con buhardilla de diseño, extravagantes mujeres rapadas llenas de aceros en diferentes zonas de sus cuerpos junto a delicadas sílfides salidas del último diseñador de vanguardia, algún vividor internacional. Todos ellos emitiendo frases banales en una atmosfera superficial a la vez que sofisticada. Era parte de su vida como marchante de arte, pero le cansaba todo ello, por tanto de vez en cuando Gérard Torres tomaba su coche y se perdia por pequeños pueblos de la geografia española. Después de visitar la zona de los "Pueblos blancos de Cádiz" decidió acercarse a la vecina Extremadura y en concreto a la denominada "Tierra de Barros", Le sedujo un lugar llamado Los Santos de Maimona, que con ese nombre ya habia impactado al marchante de arte. Habia reservado en uno de esos llamados "Pequeños Hoteles con encanto".
A pesar de su nombre francés, Anne Marie tenia tenia el acento propio extremeño, ese hablar musicado, como si en vez de hablar cantasen. Ella era la propietaria del hotel, acogedor, intimista y donde se percibia el buen gusto puesto en las instalaciones. A pesar del cansancio después de una buena tanda de kilómetros Gérard advirtió de inmediato en los enigmáticos ojos de Anne un matiz que le sedujo.Era experto en mirar obras de arte y toda la peculiaridad que rodeaba a ello, galeristas, coleccionistas, ególatras, libertinos, fantasmas, neuróticos a granel, etc. Pero aquella mirada fué un revulsivo, un fragor de aire fresco. De complexión alta, estilizada, cabellos largos acastañados y piel blanca al estilo de los ángeles de Caravaggio; sus ademanes y caminar hacian entrever una mujer inquieta, llena de sensibilidades con amplios desvanes en su interior.. Gérard como buen receptor a esos encantos quedó ensimismado por aquellos sutiles alardes femeninos. Le mostró gentilmente la habitación reservada para el. Tenia amplios ventanales que daban a toda la planicie de campo abierto, repleto de olivos junto a frondosas láminas de color verde hoja.
Después de tomar unos vinos y picotear algo, Gérard se dirigió a dar un paseo por las zonas más antiguas, calles de pequeñas casas con fachadas desvencijadas por el paso del tiempo. Sentia una extraña curiosidad por los moradores de aquellas viviendas. Se preguntaba como serian sus vidas, su cotidianidad, si eran felices....La luz de las farolas proporcionaban hermosos juegos de luces y sombras entre los aleros de tejados y paredes de cal blanca. El marchante disfrutaba con esos matices y escrutar entre ellos, imaginar otras formas de ensueño, tal vez como la mirada que le habia regalado Anne Marie unas horas antes. Eso le produjo una ligera turbación interior, se sabia muy sensible a esos encantos pero también admitia que el efecto de la mirada de Anne habia sido devastador....
Cuando al dia siguiente Gérard regresaba de recorrer el pueblo y entró en el hotel, camino de su habitación se percató de la presencia de Anne en la terracita, sentada y tomando algo. Al marchante le pareció una buena ocasión para saludar a la dueña de aquellos espléndidos ojos oscuros y que tanto habian influido en su estado anímico.
-Buenas tardes Anne, te ví ahí tán plácida y no dudé en saludarte.-
-Gracias Gérard, aquí me encuentro después de haber puesto un poquito de orden-.
La sorpresa en Gérard fué cuando vió que Anne sostenia en su mano derecha la clásica bombilla de tomar mate. De inmediato adivinó que Anne Marie estaria relacionada de alguna forma con el mundo argentino, ya que tomar mate es toda una liturgia del pais de la Plata.
-Ya veo que tomás un matecito-le respondió el marchante con ligero tono porteño.
-Así es, viene a ser como un toque nostálgico de mi paso por Buenos Aires- respondió Anne.
-¿Viviste allí o fuiste de turismo?-
-Viví durante diez años, mi familia y yo abrimos un negocio, un restaurante en la zona de La Recoleta-
-¡¡Qué bien, uno de los barrios mas espléndidos de la capital!!- replicó Gérard.
-¿Conoces Buenos Aires, Gérard?-
-Si, he estado en diferentes ocasiones, siempre por cosas de la profesión, y la verdad es que Buenos Aires es uno de mis lugares favoritos-.
Anne Marie alargó su mano para ofrecer la infusión al marchante. -Por tanto he de suponer que te gustará el mate- A lo que Gérard le replicó con un si rotundo.
-Pero lo tamaras con azúcar, no?, porque tál y como manda la tradición argentina resulta un poquito fuerte.....matizó Gérard-
La infusión de mate produjo en el marchante un tono subido, animoso y que le transportaria a rememorar situaciones, imágenes vividas en la capital bonaerense.
-Y lo que es la vida; nunca me hubiese imaginado estar en los famosos Santos de Maimona ejerciendo el delicioso ritual de tomar mate- apostilló con una grán sonrisa el tratante de arte-.
La conversación entre ambos fué intensificandose en la placidez de una tarde primaveral como aquella, mientras el filtro y la bombillita del mate viajaba de boca en boca.. A esas alturas ya Anne sabia de la extraña profesión de Gérard, de su deambular por el mundo. También Gérard conocia el por qué del nombre de ella .Se debia a su nacimiento en el suroeste francés. Su madre, extremeña se habia casado con un señor francés, y ella habia crecido en esa cultura, ese pais. Luego un corto paso por España, en el pueblo materno y después llegaria Buenos Aires.
-Y dime Anne, ¿qué local tuvisteis allí, como se llamaba?-
-Era un local cuyos anteriores propietarios eran asturianos; se llamaba "Oviedo"-
-Dices "Oviedo" en La Recoleta?- dijo sorprendido Gérard-
-Conozco ese sitio. Recuerdo que estuve allí una noche cenando; habia ido a vender un dibujito de Modi-
-De quién dices?-
-Ah si, perdona Anne, me referia a Modigliani-
Mientras el marchante tomaba un respiro en la conversación su mente se disparó en busca de algún detalle que le recordase su paso por el mentado restaurante y la supuesta presencia de Anne alli. Se hizo un largo silencio. Gérard miraba el rostro almibarado de Anne, radiante por aquel fragor que habia rememorado sus recuerdos, su vida pasada.
-Ya, ya, ahora caigo; tu servias las mesas aquella noche, llevabas un jersey color morado de cuello alto y pantalones negros, ¿podría ser?- preguntó Gérard-
-Si, esa era la indumentaria que soliamos usar allí.-
Impulsado por el frenesí ardiente de la respuesta de Anne, Gérard se abalanzó sobre ella para besar sus labios y ella le acogió con la calidez de una sonrisa cómplice...
-Te das cuenta, no fué suficiente vernos allí sino que estabamos predestinados a repetir la situación y esta vez en Los Santos de Maimona- espetó Gérard emocionado por la situación-
La hierba mate dió paso a unos gin-tonics y la animada conversación fué tomando intensidades y fulgores que iban aflorando en las sonrisas, miradas y demás coqueteos entre ambos
Las primeras luces del amanecer se colaban en la estancia y los olivos del exterior mostraban su plateado mas luminoso. El marchante despertó sintiendo el delicioso peso ingrávido del cuerpo de Anne sobre el, con las ráfagas de luz que hacian sus piernas estiradas de un color dorado de tornasol. Mientras ella dormia placidamente Gérard acariciaba las hebras de sus cabellos que caian desordenados sobre sus hombros. Por sus manos habian pasado infinidad de obras de arte, sus ojos se habia empapado con su belleza, habia vivido experiencias variopintas, sublimes, pero nada de ello tenia que ver con las emociones sentimentales segregadas aquella noche junto a Anne Marie Vidí Ella no tenia que ver con aquellas mujeres de plástico con bronceados de rayos uva que tanto pululaban en el mundillo de Gérard. Ella era otra cosa. Ella era el misterio, pero también lo natural.. . El marchante, que solo estaba interesado en vender cuadros, se percató que una mujer le había bloqueado con solo su mirada. Pero una mirada puede ser algo pasajero, efímero, lo que se cocía en el corazón del marchante era todavía mayor, un volcán de sensaciones, de emociones tan fuertes como las piedras de los muros de Jericó...
-Bonjour mon cher Gérard-
-Bonjour Anne, et tu seras toujours la plus belle de ma vie.........
Fotografía; "Delirio lírico"- Óleo de Francisco Trigueros.
A pesar de su nombre francés, Anne Marie tenia tenia el acento propio extremeño, ese hablar musicado, como si en vez de hablar cantasen. Ella era la propietaria del hotel, acogedor, intimista y donde se percibia el buen gusto puesto en las instalaciones. A pesar del cansancio después de una buena tanda de kilómetros Gérard advirtió de inmediato en los enigmáticos ojos de Anne un matiz que le sedujo.Era experto en mirar obras de arte y toda la peculiaridad que rodeaba a ello, galeristas, coleccionistas, ególatras, libertinos, fantasmas, neuróticos a granel, etc. Pero aquella mirada fué un revulsivo, un fragor de aire fresco. De complexión alta, estilizada, cabellos largos acastañados y piel blanca al estilo de los ángeles de Caravaggio; sus ademanes y caminar hacian entrever una mujer inquieta, llena de sensibilidades con amplios desvanes en su interior.. Gérard como buen receptor a esos encantos quedó ensimismado por aquellos sutiles alardes femeninos. Le mostró gentilmente la habitación reservada para el. Tenia amplios ventanales que daban a toda la planicie de campo abierto, repleto de olivos junto a frondosas láminas de color verde hoja.
Después de tomar unos vinos y picotear algo, Gérard se dirigió a dar un paseo por las zonas más antiguas, calles de pequeñas casas con fachadas desvencijadas por el paso del tiempo. Sentia una extraña curiosidad por los moradores de aquellas viviendas. Se preguntaba como serian sus vidas, su cotidianidad, si eran felices....La luz de las farolas proporcionaban hermosos juegos de luces y sombras entre los aleros de tejados y paredes de cal blanca. El marchante disfrutaba con esos matices y escrutar entre ellos, imaginar otras formas de ensueño, tal vez como la mirada que le habia regalado Anne Marie unas horas antes. Eso le produjo una ligera turbación interior, se sabia muy sensible a esos encantos pero también admitia que el efecto de la mirada de Anne habia sido devastador....
Cuando al dia siguiente Gérard regresaba de recorrer el pueblo y entró en el hotel, camino de su habitación se percató de la presencia de Anne en la terracita, sentada y tomando algo. Al marchante le pareció una buena ocasión para saludar a la dueña de aquellos espléndidos ojos oscuros y que tanto habian influido en su estado anímico.
-Buenas tardes Anne, te ví ahí tán plácida y no dudé en saludarte.-
-Gracias Gérard, aquí me encuentro después de haber puesto un poquito de orden-.
La sorpresa en Gérard fué cuando vió que Anne sostenia en su mano derecha la clásica bombilla de tomar mate. De inmediato adivinó que Anne Marie estaria relacionada de alguna forma con el mundo argentino, ya que tomar mate es toda una liturgia del pais de la Plata.
-Ya veo que tomás un matecito-le respondió el marchante con ligero tono porteño.
-Así es, viene a ser como un toque nostálgico de mi paso por Buenos Aires- respondió Anne.
-¿Viviste allí o fuiste de turismo?-
-Viví durante diez años, mi familia y yo abrimos un negocio, un restaurante en la zona de La Recoleta-
-¡¡Qué bien, uno de los barrios mas espléndidos de la capital!!- replicó Gérard.
-¿Conoces Buenos Aires, Gérard?-
-Si, he estado en diferentes ocasiones, siempre por cosas de la profesión, y la verdad es que Buenos Aires es uno de mis lugares favoritos-.
Anne Marie alargó su mano para ofrecer la infusión al marchante. -Por tanto he de suponer que te gustará el mate- A lo que Gérard le replicó con un si rotundo.
-Pero lo tamaras con azúcar, no?, porque tál y como manda la tradición argentina resulta un poquito fuerte.....matizó Gérard-
La infusión de mate produjo en el marchante un tono subido, animoso y que le transportaria a rememorar situaciones, imágenes vividas en la capital bonaerense.
-Y lo que es la vida; nunca me hubiese imaginado estar en los famosos Santos de Maimona ejerciendo el delicioso ritual de tomar mate- apostilló con una grán sonrisa el tratante de arte-.
La conversación entre ambos fué intensificandose en la placidez de una tarde primaveral como aquella, mientras el filtro y la bombillita del mate viajaba de boca en boca.. A esas alturas ya Anne sabia de la extraña profesión de Gérard, de su deambular por el mundo. También Gérard conocia el por qué del nombre de ella .Se debia a su nacimiento en el suroeste francés. Su madre, extremeña se habia casado con un señor francés, y ella habia crecido en esa cultura, ese pais. Luego un corto paso por España, en el pueblo materno y después llegaria Buenos Aires.
-Y dime Anne, ¿qué local tuvisteis allí, como se llamaba?-
-Era un local cuyos anteriores propietarios eran asturianos; se llamaba "Oviedo"-
-Dices "Oviedo" en La Recoleta?- dijo sorprendido Gérard-
-Conozco ese sitio. Recuerdo que estuve allí una noche cenando; habia ido a vender un dibujito de Modi-
-De quién dices?-
-Ah si, perdona Anne, me referia a Modigliani-
Mientras el marchante tomaba un respiro en la conversación su mente se disparó en busca de algún detalle que le recordase su paso por el mentado restaurante y la supuesta presencia de Anne alli. Se hizo un largo silencio. Gérard miraba el rostro almibarado de Anne, radiante por aquel fragor que habia rememorado sus recuerdos, su vida pasada.
-Ya, ya, ahora caigo; tu servias las mesas aquella noche, llevabas un jersey color morado de cuello alto y pantalones negros, ¿podría ser?- preguntó Gérard-
-Si, esa era la indumentaria que soliamos usar allí.-
Impulsado por el frenesí ardiente de la respuesta de Anne, Gérard se abalanzó sobre ella para besar sus labios y ella le acogió con la calidez de una sonrisa cómplice...
-Te das cuenta, no fué suficiente vernos allí sino que estabamos predestinados a repetir la situación y esta vez en Los Santos de Maimona- espetó Gérard emocionado por la situación-
La hierba mate dió paso a unos gin-tonics y la animada conversación fué tomando intensidades y fulgores que iban aflorando en las sonrisas, miradas y demás coqueteos entre ambos
Las primeras luces del amanecer se colaban en la estancia y los olivos del exterior mostraban su plateado mas luminoso. El marchante despertó sintiendo el delicioso peso ingrávido del cuerpo de Anne sobre el, con las ráfagas de luz que hacian sus piernas estiradas de un color dorado de tornasol. Mientras ella dormia placidamente Gérard acariciaba las hebras de sus cabellos que caian desordenados sobre sus hombros. Por sus manos habian pasado infinidad de obras de arte, sus ojos se habia empapado con su belleza, habia vivido experiencias variopintas, sublimes, pero nada de ello tenia que ver con las emociones sentimentales segregadas aquella noche junto a Anne Marie Vidí Ella no tenia que ver con aquellas mujeres de plástico con bronceados de rayos uva que tanto pululaban en el mundillo de Gérard. Ella era otra cosa. Ella era el misterio, pero también lo natural.. . El marchante, que solo estaba interesado en vender cuadros, se percató que una mujer le había bloqueado con solo su mirada. Pero una mirada puede ser algo pasajero, efímero, lo que se cocía en el corazón del marchante era todavía mayor, un volcán de sensaciones, de emociones tan fuertes como las piedras de los muros de Jericó...
-Bonjour mon cher Gérard-
-Bonjour Anne, et tu seras toujours la plus belle de ma vie.........
Fotografía; "Delirio lírico"- Óleo de Francisco Trigueros.
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