miércoles, 9 de marzo de 2011

"SEGOVIA" por JOSEP PLA






Segovia, 27 de junio, 1921.

Voy a Segovia. Día de calor en Castilla. Calor seco, crepitante. Los rastrojales de la tierra campa parecen quemados. El aire es rutilante. El polvo tiene una blancura mágica. Cuando llego a los soportales de la plaza siento una agradable sensación de sombra. Es antes de comer. Me siento en un café y pido un vermut. Me traen un gran plato de patatas fritas. Alguna mosca que revolotea. Veo que todos -señoritos y señoritas distinguidos, jóvenes oficiales de rectas espaldas- comen unos platos enormes de patatas fritas. Más de una mosca vuela de plato en plato. ¿Por qué come, la gente de Segovia, tantas patatas fritas? El rouge, muy ligero, de los labios femeninos presenta, con el aceite de las patatas, un matiz de paleta grasa que pictóricamente no me desagrada.

En esto un niño se queda boquiabierto delante de mi mesa. Le doy unas patatas. Me toman por turista. Se me acerca un cicerone de paso. Me dice persuasivamente: -No deje usted de visitar el altar de la Virgen de los Dolores, que está en la Catedral...La enorme fábrica en la catedral se alza al otro lado de la plaza, frontera al café. Pienso en el fresco delicioso que hace en verano, en esa península, en las catedrales. Voy. El cicerone me sigue. Entramos. El fresco, efectivamente, es divino. Tengo la sensación de tomar un baño de sombra -un baño de cisterna-.Pero el cicerone no me deja ya y me arrastra por los altares. Da unas explicaciones totalmente aproximadas. Llegamos al altar de los Dolores y me enseña a través de la reja un Cristo de talla, que me parece muy bueno. Escucho una descripción de la imagen, consideraciones sobre su historia y acabo por saber que es obra de un autor local, que es una verdadera gloria segoviana: el maestro Pulido. El cicerone me cuenta la historia de ese hombre, sus antecedentes familiares, la vida que llevó. Al fin me dice, para concluir la descripción: -Los descendientes del maestro Pulido son los actuales representantes de los coches Citroën en esta ciudad...

Segovia es una población de subidas y bajadas, encajonada en un valle. El Acueducto es un monumento respetable. El castillo de Segovia -donde está instalada la Academia de Artilleria- es grandioso y produce un gran efecto. Para mi gusto, sin embargo, es un poco demasiado frío y está excesivamente restaurado. Las restauraciones dan al castillo un aspecto de obra de confitería, de telón de fondo romántico. Es un castillo sin misterio, con un no sé qué de frío y ortopédico. Los castillos han de caer un poco en ruinas, han de estar llenos de lagartijas y de malas hierbas y han de parecer abandonados. Los castillos que no dejan sentir la "obra destructora del tiempo y de los hombres"no dan frío ni calor a la sensibilidad actual. Ahora bien, la gran pieza de Segovia es el Acueducto romano. He pasado largo tiempo contemplándolo y me ha encantado. No me habría cansado nunca de mirarlo. Es una obra utilitaria de una prodigiosa elegancia Es, además, una obra descomunal: ciento diecinueve arcos dirigidos en dos alineaciones, que se apoyan sobre una fila inferior de cuarenta y cuatro arcos que los sustentan. De esos arcos, no hay ninguno que tenga la misma abertura de luz. Esas aberturas de luz varían entre 3´90 m. y 4´50 m. Tales diferencias dan al conjunto de la obra una vida extraordinaria. El espesor de los pilares de los arcos disminuye de abajo arriba diríase que por rellanos superpuestos a 4´50 m. de distancia, y esto acrecienta aún la vitalidad y el movimiento del conjunto, que fascina la mirada. La estructura de los arcos inferiores tiene veinte metros de altura, y treita la de los arcos de encima. La construcción está hecha con bloques de piedra labrada de grandes dimensiones, admirablemente bien tallados.

El Acueducto es de una gran belleza, sobre todo visto de abajo arriba -es decir, desde el fondo del valle del Azoguejo, que es, según me comentan, el punto desde donde hay que contemplarlo. La restauración de que fue objeto a fines del siglo XVIII. por obra sobre todo del obispo Armañá, fue respetuosa y discreta. Desde aquellos días el abastecimiento de agua no se ha interrumpido nunca. Los romanos sabían construir. Sea como sea, este venerable monumento da a Segovia una gran categoría. Sobre todo viniendo de Madrid, ciudad de hace cuatro dias, de tán escuálido pasado, hecha de ladrillo, estas piedras de Segovia os devuelven a la profundidad peninsular. Es como retornar a casa. Por la noche, en la fonda, en el silencio de la ciudad provinciana, me siento contento de haber venido a Segovia. Tengo la impresión de encontrarme en una ciudad simpática, sumamente agradable, de muy honda raigambre. La visión del Acueducto me ha hecho pasar un día inolvidable. El calor del día se ha convertido, a la noche, en una temperatura deliciosa que invita a dormir con una frazada. Eso no quiere decir que yo sienta le menor simpatía por la historia de Roma. Pero las construcciones romanas, pasadas por dos mil años de historia, quedan reducidas a la mera objetividad de la nada. Siento tocar horas -campanas de variado tintineo- de las iglesias y conventos de la ciudad de Segovia.....

A Soledad de Maria B., amante-amantísima de esta ciudad eterna y única.

No hay comentarios: