miércoles, 15 de enero de 2020

MAVI MARTINEZ RIVERA "el perfume de los libros"


Mavi Martinez Rivera, en una foto del diario La verdad.

Su nombre es Mavi, que se asemeja a Ces´t Ma Víe, la mítica canción francesa, aunque nada tengan que ver, pero asociar su nombre a una leyenda musical tiene su punto. Y por hablar de le France, a Mavi se le podría ver subiendo las escalinatas para llegar a la Place du Tertre en Montmartre, para así envolverse en la atmósfera de gris platino invernal, entre pintores, viejos y decadentes cafés, anticuarios y una nota de aires bohemios que persiste en el ambiente. Pero, también se le puede intuir entre perfumes, escogiendo aquellos que puedan maridar con sus libros, esos libros que ella tanto ama; pues sí, Mavi en uno de los grandes comercios perfumistas de los Champs Elysses del reluciente París. O tal vez, paseando por la madrileña Cuesta de Moyano, a la búsqueda de algún raro ejemplar entre sus puestos.
De sonrisa intermitente, su voz tiene matices con tintes andaluces que le confieren cierto exotismo; cabellos oscuros con reflejos ambarinos y la tersura de una piel clara con matices sonrosados, una mujer murciana de tierra adentro, viste su cuerpo delgado y elegante con ligera informalidad, siempre con alguna pincelada fashion como unos botines de piel de serpiente. Su mirada, a veces "de águila" y casi siempre sosegada;  Mavi parece, a simple vista una mujer de altas tensiones, de actividad incesante; aunque luego, tomando un té transfiera una sensación de absoluta calma, como de atardecer bajo unos entoldados frente a las playas alicantinas del Postiguet.
Así es Mavi, una joven mujer henchida de romanticismo por los libros, y por tanto amor a ellos ahora supervisa la biblioteca de Mahoya, una pedanía murciana de Abanilla, donde las tareas del campo presiden la cotidianidad de tan escasa población  mientras el tedio y la grisura, -que diría Josep Pla-, dominan el escenario del día a día.
Como toda mujer idealista, ella sueña con un mundo culturizado, donde las personas construyan un artesonado de conocimientos, en base a la lectura; y que todo ello les haga libres. Aunque Mavi también sea consciente que todos los gobiernos, sean de cariz religioso o funcionarial, da lo mismo el color que tengan, necesitan un control "orweliano" del personal y prefieren que éstos sigan durmiendo la larga siesta y de esa manera nadie despierte a las realidades mas intrínsecas del existir, mantenerlos controlados, y si de paso te inoculan una ideología, pues ideal para ellos. En el "reality" mas visionado en España, ya saben, esa siniestra casa atiborrada de cámaras y micrófonos, donde moran una panda de vagos a los que les pagan importantes cantidades por eso mismo: hacer de vagos; pues en dicho espacio que ya cumple veinte años, a nadie se le ocurrió llevar entre sus enseres personales un libro. Nadie jamás osó leer mientras dura la "larga penitencia" ¡ni tan siquiera un simple y vulgar panfleto! Así están las cosas en esta decadente Hispania; no se le ocurra a usted hablar de Jorge Luis Borges, creerán que se trata de una marca de aceite; y si habla de la "masonería" que está detrás del poder, igual piensan que se trata de una colección de mesones al estilo de los que cohabitan en la Plaza Mayor de Madrid. Los libros siempre estuvieron en la cuerda floja, y para muchos representaban verdaderos peligros; por algo un pirómano prendió fuego a la excelsa Biblioteca de Alejandria, y tantos textos desaparecieron en la Edad Media, y en otras épocas. En esta realidad, se nos antoja que Mavi es un poco heroína en tiempos de alto desapego hacia el aroma que destilan encunables, libros antiguos o cualquier libelo que nos regale unos minutos de puro ensueño....
Un ensueño como "El Principito", uno de los más bellos libros de siempre; por ello, tengamos al menos un pequeño guiño por él:
  Le petit prince. Gérard Lenorman. 
 

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