lunes, 17 de junio de 2019

LOS FUTUROS TOREROS DE MURCIA


    La fiesta de los toros vive un nuevo florecimiento, después de pasar por una crisis de varios años. En realidad, la tauromaquia siempre vivió en la incertidumbre, en una constante subida y bajada; quizás por ser un espectáculo donde no cabe la ficción, todo cuanto se hace es puramente real.


    Ahora que la mayor feria taurina ha concluido, evidentemente me refiero a San Isidro en Madrid, las sensaciones que ésta dejó fueron positivas y alentadoras. Varias tardes registraron llenos absolutos y la media de asistencia pública ha sido muy alta. David de Miranda, Pablo Aguado, Juan Ortega, un renovado Antonio Ferrera, Roca Rey desde su parnaso de figura estelar y la entronización de Paco Ureña en la catedral del toreo han sido los grandes sucesos de esta larga feria.


      Pero, si todo ello es benéfico para engrandecer este espectáculo, la masiva presencia de gente joven en los tendidos ya no es ninguna novedad; puede que desalentados de un presente removido como un ciclón caribeño por políticas que tienen mucho de filosofías del absurdo, de una persistencia de lo falso, de la pérdida de tantos valores, la fiesta taurina se revela como un espectáculo donde no caben las medias tintas, aquí se trasluce la realidad de la vida: los arcanos de la suerte, la belleza pervive en forma de arte, y la muerte siempre está presente, y un joven torero, alegre y radiante como Román puede creer que su vida la finiquitó un toro de Baltasar Ibán mientras es llevado por sus compañeros a la enfermería.


      Por ello, saber que en cada escuela taurina rezuman los anhelos de tantos jóvenes, que sueñan con estar en ese escenario donde el ritual se puede tornar alegre o trágico en cuestión de segundos, pudiera parecer ilógico en un mundo donde todo parece estar programado y encorsetado.


   Son ellos, los aspirantes a actores de un teatro real los adalides de una revolución silenciosa, como de puntillas, que viven instalados en la persecución de unos ideales en una realidad falta de atractivos y quimeras que soñar.

   La escuela taurina de Murcia atraviesa una época donde los aspirantes a viajar en los barcos de la tauromaquia, no sólo forman un buen ramillete de adeptos, también la calidad es notoria y el ejemplo lo tuvimos en la tarde del domingo 16 de junio en la preciosa plaza de Yecla; -la más antigua de la región.


      Soraya, Iker Ruiz, José Miguel Sandoval, José Antonio Lozano, Rafael "Relente", José Miguel Vicente Cañavate, Raúl Rivero, Borja de Noé, Pedro J. Martinez "El Mane",  Álvaro Ruiz, Ayala Tenza y Pedro Navarro participaron de una clase práctica que tuvo las lógicas imprecisiones técnicas de quienes son estudiantes; pero también pudimos disfrutar de retazos toreros de verdadera hondura y plasticidad.


     Los aspirantes tuvieron siempre al maestro José Mari Ortín como faro guia en una tarde deliciosa en climatología, sin apenas calor y con cielos entoldados. El público asistente disfrutó de los esbozos de toreo de los alumnos.


    Si ser profesor de EGB ya es difícil, no digamos la ingente labor de un profesor de tauromaquia, donde están en juego tantos ingredientes, manejar las complicadas coordenadas que son inherentes a semejante alumnado. La psicología pura no basta para esta docencia. Se precisa de un alto registro de valores, de una substanciosa administración de habilidades emocionales, de como modelar un material tan prolijo y difícil, donde los egos revolotean a su antojo y la humildad debería  ser la base cimentadora.


     El maestro Ortín despliega su talento junto a alumnos que andan en la frontera de convertirse en novilleros, como es el caso de José María Trigueros, un prometedor torero que nunca falta a la hora de bregar con cada uno de los becerros de sus compañeros. Su experiencia y sensibilidad le hacen estar siempre al quite oportuno en cualquier desenlace de la lidia. Es muy de agradecer su colaboración en estos eventos.


  


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