El actor cubano Manuel Pereiro dejó la isla caribeña, para llegar a España en busca de sus ancestros gallegos y perseverar en su carrera de actor. Teatro y cine fueron sus escaparates, y aunque sus papeles casi siempre fueron secundarios, puso su auténtico oficio y talento en una profesión que amaba tanto como la buena música. Era un melómano extraordinario y un conversador amplio, ameno y brillante. En las dilatadas sobremesas, después de una buena comida en casa, en la madrileña calle de San Roque, y mientras sonaba alguna cantata de Bach, yo aprovechaba para plasmar los muy variados matices de su peculiar y carismático físico, de actor y entrañable amigo...
FOTOS Y ÓLEO DE GIOVANNI TORTOSA
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