sábado, 18 de diciembre de 2021

LIGAR EN TIEMPOS REVUELTOS

Un joven homosexual, alto y rubio como la cerveza, -que cantaría la gran Concha Piquer-, apareció en el vestíbulo del restaurante más televisivo. El chico no es ningún desarrapado  y podría haber salido de Argüelles, Chamberí o del refinado barrio de Salamanca madrileño. “Tiene que ser modernito, artista y que parezca que se droga. Es que me gustan los yonkis, que esté en el banco de un parque, lo veas y pienses que te va a joder la vida. Esos son los que me gustan a mí”. El actor-presentador y celestino televisivo, Carlos Sobera, queda con los ojos a cuadros. ¡Y mira que por sus ojos han pasado las situaciones más dispares y los tipos más extraños, estrambóticos y retorcidos del país!

“No quiero un “cayetano”, ni un ingeniero, quiero un antifa que me regale mecheros. Algo así como un macarra, pero de los que tienen la ceja bien cortada, que lleve aros, chándal… Para mí esa es la gente de bien, no los que llevan náuticos y el fachaleco”. -Añadió Kike, que además se confiesa estudiante de interpretación y que tiene veinte años. Al finalizar la petición del comensal, Sobera seguía impertérrito y no daba crédito a todo aquello: “¿Me estás tomando el pelo?” –balbuceó el presentador vasco, mientras sus cejas se arqueaban como el arco de Robin Hood ante semejante alegato.

Al parecer, la productora no pudo regalar al aprendiz de actor el yonki-macarra solicitado y le llevó una mala falsificación, algo así como un híbrido bastante light del prototipo solicitado. No había nada de canallesco, ni la menor brizna de agresividad en el partenaire elegido. En realidad, ligar a la carta se ha convertido en un hallazgo de la posmodernidad; ya sea a través de Internet o como sucede en este espacio televisivo. Los archivos que debe de manejar esta productora no tendrán que envidiar a la Interpol. Un gran fichero repleto de información con todo tipo de apetencias y gustos amoroso- sexuales del personal hispano y extranjero.

Por tanto, el ligar ya no tiene los componentes emocionales de antaño. Mi amigo, el bodeguero Pepe Cerdá, residente en el mágico pueblo alicantino del Fondó de Les Neus (Hondón de Las Nieves), presume de pertenecer a la última generación que verdaderamente ligaba en el cuerpo a cuerpo, sin más ínfulas cibernéticas  ni otros intermediarios como sucede ahora. Pepe compara el programa diabólico de Sobera, con aquellas situaciones donde se concitaba una esgrima directa entre hombre y mujer, un cara a cara donde podría surgir cualquier arrebato pasional o justamente lo contrario. Mientras tomamos unos vinos en su fantástica bodega más parecida a un museo etnológico, junto al fotógrafo de mirada picassiana Jesús Carbonell; Pepe nos ofrece un catálogo de similitudes entre el toreo y lo que era ligar. La danza surgida en la frontera entre torero y toro, es como la fusión energética en una pareja que baila un tango.

El personal que acude al insólito restaurante televisivo en busca del “alma gemela” proceden de cualquier lugar de España y de todos los sectores sociales, aunque el predominio está en gentes de izquierdas extremadas y de gustos bizarros, algo así como el “perroflautismo” imperante; por ello la cantidad de tinta que cada cual lleve inoculada en brazos u otras zonas corpóreas  se valora al alza por estos individuos. Alguien que penetre en el restaurante sin asomo de tatuajes es visto como un rarito. ¡Y no digamos si viste chaqueta y corbata!

Aunque hay de todo como si se tratara de un bazar chino, los de edades comprendidas entre veinte y treinta años suelen ostentar el mismo discurso: ellas, casi en el papel de policías, les preguntan a ellos que piensan de la Lgtbi o de sus creencias en el feminismo rampante, o incluso sobre la fiesta del orgullo gay. Ellos un tanto dubitativos responden que sí, que les encanta todo eso, aunque se percibe que es sólo una respuesta para quedar bien. Es la clara sumisión del macho a la hembra de toda la vida.

La cosa política también forma parte del interrogatorio, y si el tipo tiene veleidades que no estén bajo la sombra comunista, más si encima dice ser votante de Vox o le gustan los toros, entonces el desencanto de la criatura será enorme y una cierta ira jupiteriana caerá sobre el comensal o bien saldrá corriendo; luego llegará el tema de los celos. Porque esta gente que llenan sus cuerpos con símbolos libertarios, que proclaman filosofías como el vegetarianismo, la defensa a ultranza de cualquier bichejo que vague entre sus pies, en el fondo ostentan una moral de la España de posguerra. No tienen nada de aquellos hippies que poblaron Ibiza en los sesenta.

Viajar es otra de las exigencias. El referente estrella, lo que más se repite es el animalismo. Si no te gustan las mascotas y no sabes convivir con ellas, es mejor que no acudas al restaurante de marras. “Lo importante es el interior” es la frase más devaluada y trasnochada en este lugar, ya que el personal lo primero que hace es medir la altura o escasez de centímetros de su partenaire, así como la densidad de pelo que cobije  su cráneo, y por supuesto la cantidad de tinta inyectada en piel. Como a estos participantes se les hacen tantas entrevistas previas a su cita, en su derecho están de pedir lo imposible: la idealización en extremo sumo; claro, luego viene el desencanto.

“Más que seres humanos, esta gente anhela un prototipo artificial que represente todas esas ideas maniqueas que les están proyectando tanto políticos como medios” –afirma Pepe Cerdá. “En mi época se valoraba la calidad de la persona, sus quehaceres cotidianos y poco más; la naturalidad presidía aquellos escarceos, los enamoramientos surgían de manera casi inconsciente, hoy todo eso se hace en base a cruzar datos a través de la frialdad mecánica de un ordenador”…

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