miércoles, 21 de noviembre de 2018

"MADAMA BUTTERFLY" por la ÓPERA NACIONAL DE MOLDAVIA



   "La ópera tiene la misión de educar a la humanidad y hacer la vida más preciada"; -así expresa su amor al "bel canto" la soprano moldava Rodica Picirenau. Ella es sin duda la columna donde descansa la representación de "Madama Butterfly" en la compañía de Ópera de Moldavia. Junto a ella se sitúan el tenor italiano Simone Frediani y la mezzosoprano Tatiana Luchian en el papel de Suzuki.
 
    Al frente de una brillante orquesta se sitúa su director Nicolae Dohotaru. Aunque destacar estos artistas es como ponderar a toda la compañía por su excelso oficio y absoluta precisión en la puesta en escena; aparte del estupendo "atrezzo" que nos traslada automáticamente al éxotismo japonés del 1900, donde se desarrolla una historia de amor que a nadie deja indiferente y sí hace partícipe al espectador con una tremenda atmósfera pasional con evidente desenlace dramático. Giacomo Puccini realizó esta obra, con libreto de Giuseppe Giacosa y David Belasco. Lo que ahora es una de las grandes óperas de Puccini tuvo sin embargo un sonoro fracaso cuando se estrenó en 1904 en la Scala de Milán.
 
Rodica Picirenau junto al tenor italiano Simone Fredani.

   Todo ello, vivido en una joya de pequeño teatro con ínfulas del siglo diecinueve y en compañía de un maestro en la dirección musical así como compositor y que una vez más me acogió en su palco; me refiero a mi gran amigo Rogelio Gil-Serna, un apasionado de la zarzuela que motivó y propició la creación de dos compañías de dicho género.
 
El director Nicolae Dohotaru al frente de la orquesta.

  En el intermedio, mi anfitrión me comentaba en voz baja la temperatura cultural que se da en el país, y que lamentaba no ver lleno el aforo de esa maravillosa "bombonera" que es el "Cervantes" de Abaran. Que una compañía profesional de la envergadura  de Ópera Nacional de Moldavia comparezca en un lugar como este es algo maravilloso pero también inusual, y ello debería motivar el acercamiento a este género musical a niños y jóvenes. Ocasiones así no pueden quedar con apenas tres cuartos de aforo y sobre todo al comprobar que este elenco de artistas no escatimó un ápice su calidad, sino todo lo contrario: las dos horas que dura el espectáculo fueron apenas un suspiro para los aficionados.
Rodica Picirenau junto a Tatiana Luchian.
   "En tiempos como los de hoy, donde todo es eléctrico, veloz, la ópera parece algo lento, suave, recóndito"; -comenta Rodica, y la cantante moldava no cree en las modernas puestas en escena: "quizás esto haría que el espectáculo fuera más accesible al público, pero perdería su esencia".


  Al final de la representación, los que tuvimos la dicha de estar allí salimos del teatro con la sensación de haber saboreado la "gran belleza", y que esa carga energética tal vez sólo recaiga en públicos minoritarios, aquellos que todavía atesoran la locura por el arte.



 

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