Francisco Hurtado
Valéry Giscard d'Estaing gobernaba La France en esos años; las películas de Belmondo y Delon estaban de moda, Silvie Vartan y Claude Francois sonaban en las radios, el gran Café Fiore lideraba el glamour de los cafés parisinos y mientras tanto nuestro protagonista, es decir: Francisco Hurtado Sánchez trabajaba al servicio de una celebridad de la música, en aquél París donde todos los ingredientes se concentraban en una curiosa alquimia para potenciar aún más el romanticismo de una ciudad única. Mireille Mathieu, conocida como "El ruiseñor de Avignon", cantaba a las libertades, mientras Aznavour recordaba a Venezia y dedicaba canciones a la bohemia parisina.
A Paco Hurtado le entró cierta "morriña" de su tierra, abandonó París al cabo de unos años. Y siempre nos preguntamos, ¿qué hubiera sido de él, de haber seguido viviendo en la capital de la luz? Nos lo imaginamos como propietario de un coqueto café en la Rue Monfetard o en los aledaños de la Place du Tertre, en plena colina de Montmartre. O posiblemente, al frente de una lujosa perfumería en Campos Elíseos. Asistiendo a los magníficos teatros como el Olympia. Disfrutando de la sin igual cocina francesa. Viviendo los amores singulares, que sólo pueden disfrutarse en París.
Monsieur Hurtado recaló en su Cieza natal en un tiempo donde la palabra "emprendedor" no se usaba; quizás ni existía. Pero él ya lo era, por eso creó varios negocios que eran como los hijos que no tuvo; supo sacar petróleo de la nada, creó y recreó conceptos acerca de como presentar y acicalar comercios, partiendo de su refinamiento, el buen gusto estético y una misse en scène con aquél savoir faire heredado de su estancia parisina.
"Mister Lennon" fue su primer gran apuesta, en un municipio que todavía no sabía lo que era un pub al estilo inglés. Después llegaría Pizzería "La Bohéme", que vendría a ser un brindis al París que conoció y cuya memoria latía en el corazón de Hurtado. Una decoración de corte intimista creaba una atmósfera con ecos del Barrio Latino, de Montparnase, o puede que Trocadero. Aunque el inconformismo del emprendedor le pedía otros retos, y el emblemático sello La Bohéme dejó Cieza para viajar hasta la costera Santiago de La Ribera.
A Paco Hurtado le entró cierta "morriña" de su tierra, abandonó París al cabo de unos años. Y siempre nos preguntamos, ¿qué hubiera sido de él, de haber seguido viviendo en la capital de la luz? Nos lo imaginamos como propietario de un coqueto café en la Rue Monfetard o en los aledaños de la Place du Tertre, en plena colina de Montmartre. O posiblemente, al frente de una lujosa perfumería en Campos Elíseos. Asistiendo a los magníficos teatros como el Olympia. Disfrutando de la sin igual cocina francesa. Viviendo los amores singulares, que sólo pueden disfrutarse en París.
Monsieur Hurtado recaló en su Cieza natal en un tiempo donde la palabra "emprendedor" no se usaba; quizás ni existía. Pero él ya lo era, por eso creó varios negocios que eran como los hijos que no tuvo; supo sacar petróleo de la nada, creó y recreó conceptos acerca de como presentar y acicalar comercios, partiendo de su refinamiento, el buen gusto estético y una misse en scène con aquél savoir faire heredado de su estancia parisina.
"Mister Lennon" fue su primer gran apuesta, en un municipio que todavía no sabía lo que era un pub al estilo inglés. Después llegaría Pizzería "La Bohéme", que vendría a ser un brindis al París que conoció y cuya memoria latía en el corazón de Hurtado. Una decoración de corte intimista creaba una atmósfera con ecos del Barrio Latino, de Montparnase, o puede que Trocadero. Aunque el inconformismo del emprendedor le pedía otros retos, y el emblemático sello La Bohéme dejó Cieza para viajar hasta la costera Santiago de La Ribera.
De nuevo, la imaginación creadora volvió a iluminar espacios opacados, llenos de grisura. La sonrisa etérea y los gestos de gentleman de Francisco Hurtado conquistaron los afectos de una clientela que supo intuir la elegancia innata de quien además, les proporcionaba deliciosos placeres con la mejor cocina italiana. Sin duda, todo un lujo para los sentidos. ¡Merci beacoup monsieur Hurtado!
La gran Mireille Mathieu cantando a París.
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