La Tauromaquia actuál se define por lo mucho que tiene de predecible. Los movimientos de los actuantes los percibimos como un guión monotemático y los aficionados conocemos de antemano el resultado de casi todos los festejos a los que asistimos.
Sin embargo, ayer tuvimos la impagable actuación de un jovencísimo torero, (16 años), que nos despertó de ese sopor, de ese argumento cansino de cada tarde de toros.
Íker Ruiz se asomó por momentos a la última grán época taurina que a nuestro modesto juicio fueron los años ochenta. Nos hizo recordar detalles de las puestas en escena de Luis Francisco Esplá. Su variedad capotera tuvo la magia de algunos ilustres como Galloso o Robles. Y sí, recordamos como el malacitano Antonio José Galán se tiraba a matar sin muleta, pero nunca lo hizo dos veces consecutivas, sí en cambio lo hizo Íker Ruiz, ayer tarde en Torralba de Calatrava.
Fulminó al novillo que había brindado a su apoderado Antonio Mondéjar de un contundente espadazo, y el éxtasis llegó al público que vibró jaleando: "torero, torero". Un callejón repleto de profesionales y aspirantes a toreros que no perdió detalle de la lidia de principio a fin del discípulo de Paco Palazón mientras el público asistía a un inesperado festín de variedad torera, de un fluir armonioso en lances tanto en la jurisdicción de tablas como en los medios. Íker condujo al novillo de Sancho Dávila como quien lleva el carrito de un bebé.
Desde que esperó a su novillo en el tercio, de espaldas a la puerta de chiqueros hasta que finiquitó al burel todo fué una apuesta de riesgo en una filosofía de tauromaquia que va más allá de ponerse "bonito y sandunguero" ante el novillo. Que los aspirantes a toreros no solamente deben mostrar apostura, rostros cetrinos, cabellos engominados y preciosas chaquetillas, que esta religión pagana tiene muchos más argumentos que pegar pases sin límite y que los trofeos son simplemente casqueria, porque lo importante es el recuerdo indeleble que ayer cada asistente se llevó a casa.
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Antonio Mondéjar, Victorino Martín, Íker Ruiz y Francisco José Palazón. |
Y nunca nos cansaremos de criticar el trasfondo de estos festejos denominados como bolsines taurinos y de promoción de alumnos de escuelas. Se les engaña a los protagonistas, se les pone a todos bajo el mismo rasero, a todos se les regalan la misma cantidad de
trofeos hagan lo que hagan; lo mismo le van a dar a quién como a Íker regó la arena con torería añeja, armonía de trazos, valor y resover la suerte suprema de un plumazo, como los que dieron mítines con los aceros de hasta cinco pinchazos o capotazos eléctricos como para encender una hoguera.
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